martes, 16 de junio de 2009

El nuevo cine soviético

Cartel del Acorazado Potemkin

La revolución rusa (1917) abrió un gran período creativo en la
nueva Rusia soviética que surgió de ella, pero dos ámbitos sobresalieron por su influencia internacional, las artes plásticas (en la pintura destacó el suprematismo de Malévich que llevó un paso más lejos el cubismo y la abstracción) y el cine mudo.

El más influyente de los cineastas rusos fue Serguei Eisenstein, plasmando de una manera muy innovadora la represión del aparato militar zarista contra el pueblo en esta escena de su película El Acorazado Potemkin, que narraba los hechos de la revolución de 1905 en la flota del Mar Negro y la ciudad portuaria de Odessa.

En estas imágenes y en general en el cine ruso de los años 20 tiene una importancia capital el montaje de las secuencias y planos, su gran aportación a la historia del cine, con el objeto no sólo de narrar la historia a través de insertar diversidad de planos siguiendo un ritmo muy marcado; también busca hacer surgir los sentimientos del espectador y generar emociones.

Por otra parte, estas películas también tenían un fin didáctico (más de dos tercios de la población rusa eran analfabetos) , y por supuesto político, ya que es también un vehículo de propaganda del nuevo régimen soviético, mostrando la lucha justa del pueblo y la marinería del Potemkin contra la tiranía zarista (antecedente claro de la revolución de octubre de 1917).




Como veís en esta pequeña parte (en total dura más de 7 minutos) de la conocida secuencia de la escalera de Odessa, el ritmo y la emoción se consigue alternando planos cortos (rostros, carrito del niño) y generales (soldados, las masas corriendo por la escalera) y haciendo que el espectador sufra ante la inminente caída del cochecito, a lo cual se suma la fantástica música de Shostakovich.

Sólo cabe una palabra: Genial. Tanto es así que no pocas veces se ha versionado esta parte; tal vez la más conocida sea en la película que protagonizan Kevin Costner y Sean Connery: Los intocables de Elliot Ness.